Concha Méndez Cuesta nació en Madrid en 1898.  Méndez comenzó su carrera escribiendo sobre los deportes, especialmente natación.  Ella fue conocida como una 
mujer que hizo muchas cosas que no fueron comúnes o consideradas como normal para  mujeres viviendo durante su tiempo.  Méndez era una figura avanzada para su época. 

En su juventud cuando ella tenía 19 años, ella vereanaba en San Sebastián, donde  conoció a Luis Buñuel.  Ellos pasaron los próximo cinco años como novios.  Esa amistad 
con Buñuel introdució a Méndez a los amigos poéticos, como Rafael Alberti y Federico García Lorca.  Fue Alberti que ayudó a empezar la carrera literaria de Méndez.  En los 
últimos años de 1920, antes de la guerra civil en España, ella tomó un papel muy activo en el Liceo Femenino.  El club consintía de un grupo de mujeres inquietas y preocupabas 
por la cultura femenina. 

En 1931 Lorca la presentó a Manuel Altolaguirre, un autor y miembro del circulo de la 
generación del '27.  Él le dedicó a la pareja uno de sus poemas de Poeta en Nueva York
En 1932 Méndez se casó con Altolaguirre.  Durante los años 1933 a 1935 la pareja vivió 
en Londres.  Méndez y Altolaguirre fueron editores y además fundaron la revista 
hispano-inglesa 1616, en recuerdo del año de la muerte de Cervantes y de Shakespeare.  Mientras en Londres, nació su primera hija, Paloma.

 Méndez y Altolaguirre eran altamente respetados en el grupo de la generación del '27. 
 La contribución de Méndez a la difusión de la obra del grupo del '27, editando colecciones de poesías y revistas.  La pareja fundó una prensa que publicaron obras como Héroe, Caballo verde para la poesía y Hora de España.  Lorca les dedicó un poema a ella y a su esposo y Altolaguirre también le dedicó su colección de poemas, La lenta libertad, a Méndez. 

En 1926 Méndez publicó su primer libro, Inquietudes.  Otras obras que Méndez 
contribuyo al mundo de poesía eran: Surtidor (1928), Canciones de mar y tierra (1930), Vida a vida (1932), y su final libro, Vida o río (1979). A pesar de su valiosa obra, también incluyen piezas de teatro.  Sus obras antes de la guerra era caracterizado por su optimismo joven, entusiasmo, fuerza, convicción, y vitalidad.  Después de la guerra y exilio, su poesía tomó una forma oscuro, y ella era preocupado con los horrores de la guerra, el dolor, la desesperación, y la negatividad.  Una escritora femenina de los 1920s y más allá,  ella se dirigió sus obras a puntos de la mujer, especialmente la bienestar y supervivencia de la mujer. 

Méndez y Altolaguirre se exiliaron tras el comienzo de la guerra civil; fueron a París en 
1939 y luego a la Havana, Cuba donde vivieron hasta 1943. Varias obras que ella escribió durante exilio y la guerra incluyen, Niño y sombra (1936), que ella ha escrito después del muerto de su nuevo hijo, y Luvias enlazadas (1940), que enfoque en temas sobre la violencia, la sangre, las atrocidades de la guerra y muestra su dolor, incertidumbre y angustia.  Después de Cuba se fueron a México donde se separaron.  Obras dramáticas como, El Solitario (1940), Poemas, sombras y sueños (1944), y  Villancicos de Navidad (1944) aparecían en México.  Como muchos de las obras durante la guerra civil, Méndez se expresó un preocupación con el impacto de la guerra en las familias y no le interesó el machismo y héroes de las batallas. 

Méndez vivíó en México por muchos años después su separación, y en 1986 murió con 88 años.  En total ella produjo nueve libros de poesía y tres obras de teatro.  Era una figura importante durante los años de exilio y su contribución al época debe ser más reconocido.  En 1990, su nieta, Paloma Ulacia Altolaguirre,  escribió Memorias habladas, memorias amadas.  Emilio Miró escribió de la contribución teatral de Méndez en el libro, El teatro en España entre la tradición y la vanguardia, 1918-1939 (1992). 

           Aquí está el poema de su colección, Canciones de mar y tierra, llamado, “Por los 
           mares”:
 



 
Por altamar me lo llevan, 
preso, en un acorazado.
Por rebelde y por pirata,
ay, me lo han encarcelado.

Marineros que llevais 
mi corazón por los mares,
no dejármelo enfriar
si dais en tierras polares.

....La guitarra en la nieve sepultaba a una rosa....
    Se la arrancó de las sienes,
de sus sienes,
para dármela.

    Se me hizo fuego en las manos.

   Me había dicho:
¡enterrarla!

Hubo un silencio de nive.

   Lejos, 
soñó una guitarra.
Yo salí a enterrar la rosa 
que en las manos me abrasaba...

Presentación preparada por Christin Bracken y Maria Lacher (Spring 2001) y Karen Fischer y Kathy Quan (Fall 2000)